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39 Sucedió que cuando el rey pasaba, aquel gritó al rey y dijo:

—¡Tu siervo estuvo en medio de la batalla, y he aquí que uno se apartó trayéndome a un hombre y me dijo: “Guarda a este hombre, porque si llega a escapar, tu vida responderá por la suya o pagarás treinta y tres kilos de plata”. 40 Pero sucedió que mientras tu siervo estaba ocupado en una y otra cosa, él desapareció.

Entonces el rey de Israel le dijo:

—¡Esa será tu sentencia! ¡Tú mismo la has pronunciado!

41 Entonces se quitó apresuradamente la venda de sus ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas.

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